jueves, 17 de julio de 2008

Sueño de madrugada

Me despierto. Son las 5 de la mañana, aun quedan 2 horas.
2 horas para que mi alma siga errando por los antiguos callejones de la ciudad, sin rumbo fijo. Simplemente así, cruzándose con otras almas perdidas, porque dicen, el alma se desprende de nuestro cuerpo mientras disfrutamos del mejor momento del día. Ese estado de paz y tranquilidad que es el sueño.

Soñar es la mejor manera para escapar de la realidad que me rodea. Durante 6 horas, soy lo que manifiesta mi subconsciente en lo más profundo de mi ser.
2 horas más para seguir soñando y perderme en una realidad abstracta, casi incomprensible, aun así perfecta. Donde tomo de la mano a una total desconocida, vamos volando entre las nubes, con la luna mirándonos de reojo, nos posamos sobre la cima de la montaña más alta, y nos amamos toda la noche como si quisiéramos estar encadenados eternamente a ese mágico lugar. Conscientes que en cualquier momento, hemos de regresar a nuestra realidad. Pero ahora no; ahora somos uno; ahora no hay mañana, ni alba, ni luz del día. Solo oscuridad iluminada por estrellas que pasan fugazmente en dirección a ninguna parte.
En la lejanía del silencio que nos rodea, se oye un murmullo. Siento como ella se desprende de mi poco a poco. Lo intento, pero no puedo hacer nada para retenerla. El murmullo se acerca cada vez mas hasta convertirse en un sonido agudo que penetra mi oído.

Es el despertador, ya son las 7... abro los ojos -¿dónde estoy?-

ah sí; la realidad. La triste realidad.



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